domingo, 18 de junio de 2017

Vocación



              

                                           VOCACIÓN

   Desde muy pequeña he sido amante de la belleza en todas sus manifestaciones. A nivel cósmico y también a nivel humano, tanto desde la belleza interior como la belleza física, por eso la elegí como profesión y para demostrarlo voy hacer un relato que demostrará la verdad de esta afirmación.
       He sido y sigo siendo vanidosa y coqueta, de ahí mi amistad con el espejo.
         Las primeras incursiones que hice en el mundo de la estética fue a la edad  de cuatro años, en cuya audaz  experiencia aprendí  a  obedecer a mi madre, a soportar la humillación y a practicar la paciencia durante los meses que tuve que  esperar a que se resolviera el problema provocado por mi falta.
           Doy  comienzo mi relato:
         Mi madre tenía un estuche precioso, con sus departamentos para depositar sus enseres de belleza, cada uno en su sitio  en orden simétrico y perfecto.
           Diariamente se disponía a la operación  toilette, abría el estuche e iba sacando su contenido que a mí me traía de cabeza. Contemplaba extasiada aquellos instrumentos que ella manejaba con tanta pericia y el resultado espectacular que aquello producía.

  Un día, ¡oh! milagro, mi madre se dejó la llave puesta en la pequeña cerradura, circunstancia que yo aproveché para poner manos a la obra.  Abrí el estuche y, fascinada, me miré en el espejo que mostraba una carita llena de emoción, cogí en manos una caja de polvos de la marca Mirurgia desde cuya tapa, una hermosa mujer me sonreía. Ella me sirvió de modelo, la abrí y empapé el borlón de polvos que me extendí por toda la cara sin economizarlos. A continuación, cogí las tijeras y en un alarde profesional me corté mi precioso pelo orgullo de mi madre, algunos tajos llegaron hasta la raíz. Y para terminar la faena puse a calentar las tenacillas en el rescoldo del fuego y ondulé los pocos rizos que habían sobrevivido a los ataques de las implacables tijeras. ¿Resultado? lo pudo apreciar mi madre que inoportunamente hizo su aparición cuando yo contemplaba mi obra. La pobre quedó petrificada, lo que le impidió cometer un infanticidio.

                 Solo me queda por añadir que acabé en las manos del peluquero que solo  pudo realizar un pelado a lo Manolo como se llamaba entonces, o sea, a lo chico.
                 Han pasado muchos años y sigo siendo amante de la belleza. He dedicado mi vida a la estética y así seguirá siendo mientras el cuerpo aguante. Pero, por supuesto,  que a lo largo de mi profesión he ido  mejorando.
                           
                                            Mª Dolores Galera.                      

 

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