domingo, 18 de junio de 2017

La Queimada





LA QUEIMADA
 En el misterio y magia de Galicia, está la leyenda hechicera en las que las meigas conviven en paz y armonía con los residentes y visitantes (porque haberlas, hailas)
Pues bien, en un viaje que realizamos a Galicia, ocurrió algo que nos produjo un gran impacto:
 Éramos un grupo  que nos habíamos instalado en un hotel durante varios días y la última noche nos obsequiaron con la célebre Queimada, como broche de oro de nuestra estancia en el hotel.
Dio comienzo el ritual de prácticas  misteriosas, con la invocación a las fuerzas ocultas. Oscuridad total, fuego, silencio expectante y, de pronto, todos nos llenamos de terror. Un ser extraño apareció en medio de nosotros,  envuelto en una nube de fuego azulado. Llevaba una vestidura negra a modo de túnica: su cabeza era como la de un   pájaro   de largo pico y tenía  un copete como un cuerno en la cabeza. No sé si tenía  alas o manos, porque las llevaba  cubiertas con una especie de capelina que le cubría los hombros caídos como los de un pingüino triste y alicaído.
 Aquel extraño personaje, se fue parando delante de cada uno de nosotros con su mirada de fuego. Petrificados, no sabíamos donde nos encontrábamos.
 De pronto, se encendió la luz y volvimos a la realidad. ¿Alucinación? ¿Efecto del alcohol?
Después salimos a la calle y mientras caminábamos, oíamos en la lejanía  los pasos de nuestros miedos infantiles.
                  
Mª Dolores Galera 4-2009.
                                                                                                                                           
                                                                                         

Vocación



              

                                           VOCACIÓN

   Desde muy pequeña he sido amante de la belleza en todas sus manifestaciones. A nivel cósmico y también a nivel humano, tanto desde la belleza interior como la belleza física, por eso la elegí como profesión y para demostrarlo voy hacer un relato que demostrará la verdad de esta afirmación.
       He sido y sigo siendo vanidosa y coqueta, de ahí mi amistad con el espejo.
         Las primeras incursiones que hice en el mundo de la estética fue a la edad  de cuatro años, en cuya audaz  experiencia aprendí  a  obedecer a mi madre, a soportar la humillación y a practicar la paciencia durante los meses que tuve que  esperar a que se resolviera el problema provocado por mi falta.
           Doy  comienzo mi relato:
         Mi madre tenía un estuche precioso, con sus departamentos para depositar sus enseres de belleza, cada uno en su sitio  en orden simétrico y perfecto.
           Diariamente se disponía a la operación  toilette, abría el estuche e iba sacando su contenido que a mí me traía de cabeza. Contemplaba extasiada aquellos instrumentos que ella manejaba con tanta pericia y el resultado espectacular que aquello producía.

  Un día, ¡oh! milagro, mi madre se dejó la llave puesta en la pequeña cerradura, circunstancia que yo aproveché para poner manos a la obra.  Abrí el estuche y, fascinada, me miré en el espejo que mostraba una carita llena de emoción, cogí en manos una caja de polvos de la marca Mirurgia desde cuya tapa, una hermosa mujer me sonreía. Ella me sirvió de modelo, la abrí y empapé el borlón de polvos que me extendí por toda la cara sin economizarlos. A continuación, cogí las tijeras y en un alarde profesional me corté mi precioso pelo orgullo de mi madre, algunos tajos llegaron hasta la raíz. Y para terminar la faena puse a calentar las tenacillas en el rescoldo del fuego y ondulé los pocos rizos que habían sobrevivido a los ataques de las implacables tijeras. ¿Resultado? lo pudo apreciar mi madre que inoportunamente hizo su aparición cuando yo contemplaba mi obra. La pobre quedó petrificada, lo que le impidió cometer un infanticidio.

                 Solo me queda por añadir que acabé en las manos del peluquero que solo  pudo realizar un pelado a lo Manolo como se llamaba entonces, o sea, a lo chico.
                 Han pasado muchos años y sigo siendo amante de la belleza. He dedicado mi vida a la estética y así seguirá siendo mientras el cuerpo aguante. Pero, por supuesto,  que a lo largo de mi profesión he ido  mejorando.
                           
                                            Mª Dolores Galera.                      

 

Amor y confianza



                       AMOR Y CONFIANZA

     Me llamo Noa. Soy de raza Samoyedo y quiero enviar un mensaje de esperanza y solidaridad desde mi experiencia, que agradecida, voy a compartir con vosotros, queridos internautas.
Me abandonaron cuando tenía cuatro meses. Caminaba por la carretera desorientada y sola. Miraba con ansiedad a un lado y otro buscando a los que me habían criado, a los que yo amaba y necesitaba. No sentía hambre ni sed, solo dolor y miedo. No se exactamente cuanto tiempo llevaba así, cuando, un coche se paró ante mi. Era una persona que compadecida me miraba, vio la tristeza y dolor reflejados en mis ojos y sin dudarlo me sentó en su coche, me llevó a su casa y me adoptó. Ahora tengo un hogar feliz con una familia que me ama.
        Me siento útil. Acompaño a mi dueña y amiga en su trabajo nocturno. Sentada en el asiento del copiloto, oteo y escucho cualquier ruido o cosa que esté en movimiento.
        Una noche, estaba yo echada  en el asiento trasero, por orden de mi dueña, cuando se acercó al coche, que en ese momento estaba parado, un hombre que a mi no me gustó nada. El no advirtió mi presencia, por lo que intentó introducir el brazo por la ventanilla, pero se encontró con algo que el no esperaba, mi enorme cabeza y mis fauces abiertas. Dio un grito y retiró el brazo con tanta velocidad que solo me dio tiempo de romperle la manga de la camisa.
         Confío plenamente en el cariño de mi dueña, se que nunca me abandonará aunque llegue el momento fatídico en que ya no pueda acompañarla. Nunca oiré de sus labios: ya no haces falta, no tengo tiempo para cuidarte! ¡Que horribles palabras! Ella nunca me abandonaría. Yo a ella tampoco.


               Mª Dolores Galera.