sábado, 23 de febrero de 2013

LA MUERTE EN PARO ( CUENTO )

                      
                             



                                 
     
Érase una vez una mujer muy buena llamada Martina. Por toda fortuna, tenía una casa muy pequeña con solo dos habitaciones, un dormitorio y un saloncito - cocina. Pero su tesoro era un pequeño huerto con un frondoso peral, el cual se desparramaba en generosa ofrenda de sus frutos, hasta tal punto, que todo el que pasaba por allí se sentía impelido a probar aquellas exquisitas peras.
       La pobre mujer se indignaba porque el peral era su sustento, ya que vendía las peras para el pan de cada día y lloraba amargamente cuando veía con impotencia, que algunos se llenaban los bolsillos de sus frutos.
      Las lágrimas de Martina llegaron al salón del cielo y despertaron sentimientos de compasión en los miembros del consejo celestial, que se encontraba reunido en aquel momento, para tratar de solucionar los problemas  de un  mundo poco solidario que padece dolor y soledad. 
        El Padre Dios, que lógicamente presidía la reunión, dio su opinión al respecto y se acordó por unanimidad, que uno de ellos bajaría a hablar con Martina.
          Uno de los asistentes de aspecto bondadoso  y poder de convicción se desplazó de inmediato a casa de Martina que, al verlo, se sintió consolada, en primer lugar por que fue el único que no cogió peras y, en segundo, porque sintió un no sé qué ante  esta   figura serena que emanaba paz y consuelo. Ante su aparición cesó de llorar y acabó haciéndole confidencias sobre su situación.
          El personaje en cuestión, reflexionó con la mano puesta en la barbilla y se le ocurrieron dos posibles soluciones: una, regalarle un perro inteligente y bueno que le diera compañía y que hiciera su trabajo de ahuyentar a la gente, pero solo enseñando los dientes, porque en el cielo está prohibido morder a nadie.
         Otra solución sería cortar las ramas bajas del peral y así, los ladrones tendrían que subirse en el árbol  para coger las peras y allí recibirían una sorpresa y un justo castigo, porque no es lo mismo alzar la mano y coger las peras que están diciendo, ¡comedme! que la premeditación y alevosía que conlleva el acto de subirse al árbol.
        Y finalmente acordaron que optarían por la segunda solución.
       Con palabras de agradecimiento por parte de Martina y la promesa de venir en su ayuda cuando esta lo necesitara,
se despidieron y este fue el comienzo de lo que sería una larga amistad.
        Aquella noche, Martina durmió plácidamente y lo primero que oyó al despertar fue un extraño ruido que venía del  peral. Resultaron ser los sonidos  lastimeros de los visitantes, que después de subirse al peral  y, cuando ya terminado su desayuno, se disponían a bajarse, algo extraño se lo impedía, con el consiguiente descalabro que esto suponía en sus vidas, o al menos eso era lo que ellos decían gimiendo.
         Este sencillo acto de subirse a un árbol para comerse unas peras tuvo una gran  repercusión social. La alarma cundió y las autoridades tuvieron que tomar medidas con carácter de urgencia, ante el problema que se les avecinaba.
          Era la mayor catástrofe registrada a nivel cósmico de  todos los tiempos, por las grandes repercusiones que trajo a la historia.   
          Resulta que la señora muerte, había venido a realizar su trabajo visitando a Martina. Ignorando lo que ocurría, cayó en la tentación de la gula, subiéndose a coger una pera que desde arriba le sonreía .Como era muy  ágil porque estaba creada para escalar montañas y hacer su trabajo por aire mar y tierra, pudo subir hasta donde los pájaros volaban.
           Martina  contemplaba a la muerte desde abajo llena de alegría, pensando en lo que sería para  el mundo la ausencia de su trabajo. Ella intentó decírselo, como también la misión que le había traído hasta allí, llevársela a ella, suplicándole que le ayudara a bajar, pero Martina, haciéndole un feo corte de mangas, le contestó: ¿morir yo? ¡sería la última cosa que yo haría! y con un gesto olímpico se fue alejando contoneándose con pasos de baile muy contenta y agradecida al cielo por el cambio que en el mundo se había producido.
       Después, empezó su marcha triunfal: con un homenaje a nivel mundial como jamás se ha hecho otro. Fue galardonada con una estatuilla que era una pera de oro Y fue aclamada como el personaje más importante de la historia de la humanidad.
         Pasaron los años: La gente  ya no tenía miedo a la muerte,  pero temía a la decrepitud,  envejecía y se hacía  preguntas sobre el misterio de la muerte.
        Se sintieron imperecederos, encerrados en unos cuerpos sin presente ni futuro y acabaron pidiendo a la muerte que los liberara,
          Martina, que se sentía responsable y además deseaba la muerte, porque ya no podía más con sus achaques, pidió telepáticamente a su antiguo amigo  la ayuda que le prometió en su primera visita.
       Otra vez se volvió a reunir el consejo celestial, con carácter de urgencia, para dar solución al problema que Martina presentaba en su presente petición.
          Y así fue, como la muerte, interrumpidas sus funciones durante años, cuando cometió el error de subirse al peral, fue restituida a su antiguo cargo. Así, que, como nunca es tarde si la dicha es buena, Martina fue liberada,  siendo conducida a una realidad luminosa y alegre que forma parte de un todo en la unidad del misterio.
          La humanidad aprendió y comprendió que la naturaleza es perfecta. Solo hay que mejorarla respetando la propiedad privada, sin comerse las peras ajenas.  


                                                                                        

1 comentario:

  1. ¡¡¡ Felicitaciones Loli !!! El cuento tiene un bonito sabor a leyenda. ¿Te acuerdas cuando un dia nos dedicamos a inventar leyendas?.-Un abrazo de LUCIA ALCAZARm tu "compi"

    ResponderEliminar