Entré en un sopor y me adentré en un sueño de amor que me hizo
vislumbrar un mundo mágico.
Vi un río de luz dorada que provenía del sol y desprendía hilos luminosos sobre
la tierra. Sus colores irisados transmitían una energía cósmica que llegó hasta
mí rodeándome con un halo, adentrándome en ese estado misterioso de los sueños. Los árboles y las flores jugaban felices con mariposas de bellísimo
colorido. Todas coqueteaban en raudos vuelos
que armonizaban con el sonido de las aguas que discurrían por el río de luz.
En mi sueño, como hipnotizada, yo caminaba hacia el río y en un recodo apareció ante mí
un sendero de sauces que en su quietud se inclinaban reverentes.
En aquel silencio mágico, se
escuchaban los arpegios de las risas de los gnomos que, alegres, cosían las
nubes que cubrían de nácar sus nidos de amor. Allí descubrí a un anciano venerable que
irradiaba un aura radiante. Yo me senté a su lado inundada de paz.
Él me dirigió una mirada azul, se arrancó una llama de amor de su
corazón encendido y la trasladó al mío con sus ardientes destellos. Sentí esa
llama que me abrasaba y todo cambió en mí, me convertí, como él, en un fuego
apasionado. Amé todos los sentimientos del mundo y mi fuego se avivaba. Tuve
que compartirlo en mayor medida y, cuanto más compartía, más me abrasaba y así
fui depositando amor en todas las partículas de la tierra.
Y dentro de mi sueño amé también las
útiles piedras que dan cobijo a tantos seres creados. Amé la lluvia, los mares,
la brisa, el huracán y todo el universo. Y
sentí que ellos me amaban a su vez convirtiéndonos en una perfecta unidad. Y amé,
como no, a todos los seres humanos sin
distinción y a los animales, olvidados hasta de los buenos. Y amé la tierra
entera tan perseguida y castigada, que ya está enfermando, envenenada por la
ambición y la ceguera.
Porque el amor es talismán cuyos
reflejos mueven todo lo que existe. Energía cósmica que envuelve y da sentido a
la existencia de todos los seres, porque el CREADOR ES AMOR.
Volví de mi sueño. Ahora siento que
mi corazón sigue ardiendo Y ese fuego,
quiero compartirlo con todos porque esa llama de plenitud, es la llama de
Cristo.
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